PUNTO CIEGO:
Recomendable y complejo montaje de la dramaturga Claudia Sacha en el Teatro Racional de Barranco
Por PABLO MURO
Claudia Sacha es una dramaturga de interés. Desde hace poco más de una década viene escribiendo y montando obras que han llamado la atención de la crítica y el público, a pesar de realizarse en espacios, digamos, alternativos. El año pasado trabajó junto a Carlos Acosta -director- en "Naturaleza Muerta", un extraño drama sobre un pintor y una bailarina, y un amor escenificado en el umbral de la vida y la muerte. La tesis de "Naturaleza Muerta" era de un humor macabro: las complejidades y los abismos de la pareja pueden llegar a reproducirse incluso si uno de los dos involucrados ya no está más en el mundo de los vivos.
Sacha y Acosta repiten el tándem creativo con "Punto Ciego", una obra sobre superficies engañosas, secretos inconfesables y juegos peligrosos. Agustín (Carlos Mesta) es un hombre en sus cuarenta, que ha quedado ciego en circunstancias desconocidas. Vive apartado, casi como un eremita, en una pequeña casa de provincia, solo acompañado por Ernesto (Tommy Párraga), un joven enfermero-ayudante con aspiraciones literarias, que toma notas en una pequeña libreta y sueña despierto con escribir su primera novela. Todo transcurre en calma hasta que Micaela (Nidia Bermejo) llega a la casa, con intenciones de quedarse.
A través de las ásperas o susurradas conversaciones entre los personajes nos vamos enterando de una serie de cosas. Agustín llama a Micaela "hermanita querida", pero cuando se quedan solos en casa todo se carga de una inquietante y confusa energía sexual. Y, finalmente, se oye un reclamo desesperado en los labios de ella: "Di mi verdadero nombre, Agustín". ¿Por qué este hombre ciego llama a su coprotagonista por un nombre que no es el suyo? ¿Es ella realmente su hermana? ¿Es él realmente ciego? ¿Es realmente un espectáculo de incesto el que estamos presenciando? Poco a poco nos vamos dando cuenta de que cada uno de los personajes está jugando un juego en el que procura lo que siempre se procura en los juegos: vencer, es decir, imponer su voluntad.
Porque no son solo Micaela y Agustín, sino también el propio Ernesto, que vampiriza el vínculo que tiene con su amigo y empleador para recabar ideas literarias. Todos juegan, pero el problema es que, como en todos los juegos, la mayoría pierde. La mejores escenas de "Punto Ciego" son las de pasión: hay nervio y solvencia en los dos actores -de hecho Mesta tiene momentos sobresalientes-, y el espectador asume que en efecto hay un juego: la desesperación, el dolor o hasta el aburrimiento nos pueden conducir a desear ser otros. Y si tomamos el juego con empeño, podemos entrar en una espiral en la que la verdad de pronto estalla, en esquirlas afiladas.
Hay que ir al Teatro Racional de Barranco (Av. Balta 170) y ver "Punto Ciego". Es una buena bocanada de aire fresco en la usualmente monocorde escena teatral limeña.
(Artículo publicado por la Revista Caras, en su edición de Setiembre de 2009)
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PUNTO CIEGO: Una obra en la que nada es lo que parece
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miércoles, 14 de octubre de 2009
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